El altar de muertos es una de las máximas expresiones de la cultura mexicana. En ella podemos encontrar el legado de nuestra cultura, nuestras creencias y rituales sobre la vida y la muerte. Para comprender su origen y significado debemos retroceder varios siglos hasta la época prehispánica.
Dentro de la visión prehispánica, el acto de morir era el comienzo de un viaje hacia el Mictlán, que era el reino de los muertos. Este ritual iniciaba con el entierro del cuerpo, el cual era acompañado por dos tipos de objetos: los que en vida habían sido utilizados por el difunto y los que podía necesitar en su tránsito al Mictlán. El alma del difunto permanecía en un periodo de prueba durante cuatro años antes de continuar su vida en el Mictlán y para llegar al lugar de su eterno reposo.
Tras la Conquista, la evangelización cristiana tuvo que ceder ante la fuerza de las creencias indígenas, dando como resultado el catolicismo que conocemos hoy en día. En esta época se comenzó a celebrar el Día de los Fieles Difuntos, que sucedía cuando se veneraban restos de santos europeos y asiáticos recibidos en el Puerto de Veracruz y transportados a diferentes destinos, en ceremonias acompañadas por arcos de flores, oraciones, procesiones y bendiciones de los restos en las iglesias y con reliquias de pan de azúcar (antecesores de nuestras calaveras) y el llamado pan de muerto.
El Altar de Muertos
La fusión entre las costumbres europeas e indígenas en torno a su visión sobre la vida y la muerte originó lo que hoy en día se le conoce como la fiesta del Día de Muertos la cual, a su vez, originó su figura más representativa: el altar de muertos.
El altar es una ofrenda que se hace para el ser querido que ha fallecido. Para su elaboración, se comienza colocando en una habitación sobre una mesa o repisa varios niveles representan los planos de la existencia. Los más comunes son: los altares de dos niveles, que representan el cielo y la tierra; los altares de tres niveles añaden el concepto del purgatorio; así mismo, el altar de siete niveles simboliza los pasos necesarios para llegar al cielo y así poder descansar en paz.
En el primer escalón va colocada la imagen de un santo del cual se sea devoto. El segundo se destina a las ánimas del purgatorio para que el alma del difunto pueda pedir permiso para salir de ese lugar, en caso de encontrarse ahí. En el tercer escalón se coloca la sal, que simboliza la purificación del alma. En el cuarto, se coloca el pan que se ofrece como alimento a las almas que por ahí transitan. En el quinto se coloca el alimento y las frutas preferidas del difunto. En el sexto escalón se ponen las fotografías de las personas ya fallecidas y a las cuales se recuerda por medio del altar. Por último, en el séptimo escalón se coloca una cruz formada por semillas o frutas, como el tejocote y la lima.
Las ofrendas y su significado
Las ofrendas deben contener una serie de elementos que inviten al espíritu a viajar desde el mundo de los muertos para que conviva ese día con sus familiares. Entre los elementos más representativos encontramos los siguientes: